Isabel de Baviera, reina de Francia. |
Título: Isabel de Baviera
Categoría:
Alejandro Dumas padre
Género:
Crónicas históricas
Año de
publicación: 1835
Marco
histórico: 1380-1422
Publicado por
entregas en el diario “Revue des Deux
Mondes” en 1835 con el título “Escenas Históricas”
Edición original:
París, Dumont, 1835
Primera edición en español, Madrid, 1838. |
Primera
traducción al castellano: En 1838 por Eugenio Ochoa [i]
, publicado por la Imprenta de D. Diego Negrete (Madrid, 1838) y la Imprenta de
S. Albert (Madrid, 1838)
En la
Biblioteca: Librería de la Viuda de Ch. Bouret, 1ra edición, París, 1911 (2
tomos)
Reproducimos
el argumento de la obra publicado en Alejandro Dumas. Vida y Obra.[ii]
Imprenta de Murcia y Marti, Madrid, 1858. |
El 17
de julio de 1385, cumplido el quinto año de reinado, Carlos VI de Francia se
une en nupcias con Isabel de Baviera, alemana de origen y de tan sólo 14 años.
Tras el octavo hijo (1392), el rey cae en un profundo estado de locura cuya
consecuencia inmediata es el nombramiento de su joven esposa como reina consorte.
La enfermedad resulta muy perjudicial para el país, ya que Isabel no está
preparada para tan alta responsabilidad, está llena de vicios, es intrigante, y
sólo vive preocupada por sus fiestas y sus amores. Para el pueblo no es más que
una extranjera. Por otro lado, gravita una gran inestabilidad política entre
las familias que desean obtener el poder perdido por la Corona.
con el
duque de Orleans, hermano del rey, que termina como su amante; luego con el
duque de Borgoña y, finalmente, después del asesinato de aquél en 1407, con
Juan Sin Miedo, hijo y sucesor de Felipe el Atrevido. Odetta, la joven
enfermera del rey, desempeña un papel muy importante en su recuperación. Sin
embargo, la locura lo hará presa de nuevo cuando aquélla muera.
En el
prólogo, Dumas resume con estas palabras la historia de Francia durante el
reinado del monarca
al que la historia llamó Carlos el Loco:
“... la
locura de un rey y los amores de la reina ensangrentaron durante veinte años la
Francia; y puede
asegurarse sin temor de ser desmentido, que no faltó razón al que escribió
después estas palabras en el mármol frío que los reunió: Aquí yace el rey
Carlos el bien amado, sexto de este nombre, e Isabel de Baviera. Pedid a Dios
por su alma…”
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